Definición:
Es cuando aparecen recurrentes
episodios donde la ingesta de alimentos es compulsiva, caracterizándose porque está ingesta de gran
cantidad de comida se da un lapso de tiempo muy corto y se experimenta una
pérdida de control sobre esta ingesta, por lo que aparecen sensaciones de
malestar y ausencia de conductas compensatorias (García, 2014), además se come
hasta llegar a sentir una sensación desagradablemente llena, el realizar la
ingesta aunque no se tenga apetito, y comúnmente se realiza a solas para
ocultar esta actitud voraz al comer (Sánchez-Barbudo, 2010).
Factores de riesgo:
Tanto el afecto negativo, los estresores interpersonales, la
restricción alimentaria, los sentimientos negativos referentes al peso, la
figura corporal o la comida y el aburrimiento (García, 2014).
Factores de protección:
El mantener una autoestima adecuada y por lo tanto, el
concepto de la imagen de sí mismo que no cause conflicto; el mantener una dieta
equilibrada y sobre todo no desarrollar comportamientos de abuso alimenticio
por cuestiones depresivas, sino al contrario buscar otro tipo de actividad o
ayuda para resolver la sensación depresiva del sujeto. Mantener una relación
familiar con mayor cohesión y comunicación (Morales et al. 2015).
Factores biológicos:
Se asocia a factores genéticos y en menor medida a el consumo
de sustancias psicotrópicas (García, 2014).
Factores psicológicos:
Consiste en la sensación de la pérdida de control sobre el
consumo de alimentos en un determinado momento, acompañado de la presencia de
distrofia y una mala percepción o valoración de la persona misma
(Sánchez-Barbudo, 2010).
Asociada a padecimientos como bipolaridad, trastornos depresivos
y de ansiedad (García, 2014).
Manejo de los factores psicológicos:
Se debe centrar en el manejo de los impulsos en sí y en el
abordaje sobre la autoestima (Gempeler, 2005).
Epidemiología:
Es mayormente común en la adolescencia tardía o juventud
temprana y sobre todo en sujetos que se someten o se han sometido a alguna
dieta estricta con el fin de perder peso pero que han sufrido recaídas
(Sánchez-Barbudo, 2010).
Es un trastorno que se presenta en un aproximado del 1.6% en
mujeres y un 0.8% en hombres, lo cual es una conducta que puede ser presentada
por ambos sexos más o menos en igualdad de condiciones (García, 2014) por lo
que se calcula que afecta entre el 1 y 4% de la población en general
(Sánchez-Barbudo, 2010).
Este padecimiento implica un deterioro en la calidad y
satisfacción de la vida, así como dificultad para adaptarse socialmente, mayor
riesgo de padecer obesidad y por lo mismo mayor mortalidad y morbilidad. Y se
presenta de forma intermitente, es decir, puede pasar mucho tiempo sin que se
presente (García, 2014).
Tipos de evaluación:
Existen algunos instrumentos y cuestionarios que sirven para
detectar este trastorno, pues en general es difícil de diagnosticar si el mismo
paciente no lo dice, por lo que si se relaciona con otro padecimiento y se
sospecha de la presencia de este padecimiento se utilizan los siguientes
cuestionarios: The Questionnaire of Eating and Weight Patterns; The Binge
Eating Scale; The Eating Disorder Inventory-2; The Tree-Factor Eating
Questionnaire; y The Eating Disorder Examination (Guisado & Vaz, 2001).
Estrategias y programas de intervención:
Farmacológicamente se suministra desipramina e imipramina
para reducir la frecuencia y duración de los atracones; y la fluexetina ayuda a
perder el exceso de peso (Guisado et al. 2001).
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